Esta semana conocíamos la noticia del descubrimiento de unas termas romanas en el Cabo de Trafalgar, en un estado excepcional de conservación. Este es el relato que podemos leer en el blog del CEO del Califa, James Stuart: «El sábado por la mañana fui a darme un baño temprano con Ignacio en la bahía de Trafalgar. Llegué antes de tiempo con la esperanza de ver los primeros rayos en las ruinas recientemente descubiertas de unas termas romanas que han estado ocultas bajo varios metros de arena durante los últimos milenios. Primero me enteré del descubrimiento a través de un amigo y luego las agencias de noticias locales se hicieron eco de la noticia y ahora el último rumor que corría por la zona era que las ruinas, apenas un mes después de ser descubiertas, volverían a quedar enterradas bajo la arena. Al no haber ninguna agencia gubernamental capaz de gestionar la compleja labor de desenterrar los restos, parecía que lo mejor era preservarlo de la multitud y los ladrones de piedras. Las dunas volverían a reclamar las ruinas de 2.000 años de antigüedad.
Los rumores por la zona hablaban de un nuevo descubrimiento de Baelo Claudia (el pueblo pesquero romano recuperado a pocos kilómetros de la costa, con anfiteatro, foro y calles intactas, ahora una de las principales atracciones del lugar). La realidad era muy diferente, por supuesto, ya que las dunas se elevan 10 m. por encima del nivel del mar y recorren toda la bahía, lo que habría dificultado aún más las excavaciones, mientras que la mayor parte de Baelo Claudia se encuentra al nivel del mar y los habitantes suelen construir sus casas con los restos de las ruinas que yacen esparcidos a la intemperie. Aunque al principio me dijeron que esto era parte de una fábrica de atún (donde se preparaba, salaba y secaba al viento la aleta azul capturada localmente), la información posterior de Darío Bernal, profesor de arqueología de la UCA (Universidad de Cádiz), confirma que se trata del emplazamiento de unas termas o balneario romano.
Estas termas, que datan del siglo I a.C., contaban con un circuito de aire caliente alimentado por un horno que emanaba a través de cámaras en el suelo y las paredes, las columnas de la foto sostenían el suelo de la zona del horno. El profesor Bernal añade que entre varias hipótesis que el espacio ‘era un servicio de higiene y ocio para los trabajadores de las almadrabas, las fábricas de salazones y la acuicultura de la zona’.
Igualmente las termas pudieron ser propiedad privada de alguna villa cercana, los baños más pequeños se conocían como balneum y aunque eran privados solían estar abiertos al público previo pago. Esta casa de baños, debido a su tamaño, habría sido más bien una sala de vapor al estilo de los hammam que unos grandes baños con una serie de piscinas de diferentes temperaturas. Como nadie sabe a ciencia cierta si la Universidad de Cádiz va a continuar con la restauración, es posible que nunca sepamos el alcance de los edificios y otros restos que yacen bajo las dunas.
Justo al otro lado de la bahía, a unos 400 m., el mismo equipo de arqueólogos está estudiando a fondo las ruinas diseminadas por la cara oriental del cabo de Trafalgar. A menudo me he sentado aquí a disfrutar de las vistas y de un picnic preguntándome si los restos sobre los que estaba sentado eran fenicios o romanos. Las excavaciones aquí han revelado de forma concluyente la presencia de la primera piscifactoría romana conocida en Andalucía, donde se criaban peces en doce grandes piletas aparentemente en muy buen estado. En este vídeo que publica Diario de Cádiz se pueden ver los trabajos de excavación.
El sol subió más alto mientras observaba las ruinas de las termas. Qué suerte y qué raro es ser testigo de algo tan antiguo y a la vez tan efímero. Desaparecido durante dos milenios, expuesto brevemente durante unas semanas y luego devuelto a la tierra como una rara criatura que espera ser descubierta de nuevo en otros cientos de años. Me alejé para encontrarme con Ignacio y disfrutamos de una mañana perfecta en Los Caños donde recorrimos 4.200 metros a nado. Ignacio me recortó 5 minutos, pero yo estaba contento con el resultado. 20 minutos por cada 1.000 m. es la velocidad mínima que necesitamos para cruzar el Estrecho de Gibraltar, reto que llevaremos a cabo este año, más adelante. ¿Qué habrían pensado los romanos que disfrutaban de su balneario con vistas a la bahía si nos vieran a nosotros nadando tan enérgicamente sin ningún objetivo aparente? Que estamos locos… y no irían muy descaminados».
En primavera de 2022 el Grupo Califa estrenará el primer hammam de Vejer, donde podremos emprender un viaje sensorial de siglos de cultura.